
No tuvo ayer su día
Ya desde muy temprano,
ayer fue tarde.
Amaneció el crepúsculo, y al alba
el cielo derramó sobre la tierra
un gran haz de penumbra.
Cerca del mediodía
un firmamento tenue e incompleto
-¿cifra de nuestra suerte?-
brillaba todavía en el espacio.
(La luna
no iluminaba el mundo;
su cuerpo transparente
nos permitía tan sólo adivinar
la existencia más alta de otro cielo
inclemente también,inapelable.)
Seguimos esperando, sin embargo.
Imprecisas señales
-un latido de pájaros, a veces;
el eco de un relámpago;
súbitas rachas de violento viento-
nos mantenían alerta.
A la hora del ocaso
salió un momento el sol para ponerse
y confirmó las sombras con ceniza.
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Gajes del oficio
Era un hombre que, por su profesión,
cuando cometía errores eran siempre de bulto.
Me estoy refieriendo a un maletero
-o porteur, eso depende
de la situación del sujeto respecto a la cordillera pirenaica-
quien, atendiendo por uno u otro nombre,
acababa deslomado cada día
de tanto descargar y cargar trenes.
Yo también cometo errores de bulto:
voy a abrazar tu cuerpo y me abraso en el aire,
voy a pedir tequila y pronuncio te quiero,
voy a aspirar la brisa y estás en mi garganta.
Así, acabo descorazonado cada noche
de tanto acarrear mi amor por todas partes:
un amor que no sé dónde dejar
cuando llega la tarde y tú no estás conmigo.
Poemas extraídos de 101+19= 120 poemas.
Prólogo de Luis García Montero. Selección de Ángel González.
Visor, 2005, Madrid.
Retrato realizado por Juan Olalla.
De éste último sólo diré... que qué bonito.
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